domingo, 19 de junio de 2011

GRANUJAS DE MEDIO PELO

“Granujas de medio pelo”, como los definió Woody Allen en su película, aunque me temo que sus “granujas” eran mucho más simpáticos y bastante menos dañinos.

Los granujas a los que yo me referiré nos rodean, se aprovechan de nuestra buena fe, de nuestra falta de tiempo para analizar las cosas que se han ido cotidianizando poco a poco como esas, a veces, insustituibles redes sociales, entre ellas Facebook que nos conoce al dedillo. Todos dejamos huellas rastreables en la red, millones de datos que se van estratificando en el subsuelo virtual y que permanecen allí para gozo de la llamada data mining (minería de datos) que los extrae asociando la dirección IP con nuestra identidad… y ya está liada: aceptamos términos de uso –sin leerlos, para qué engañarnos- y nos ahogan en publicidad. Resumiendo: venden nuestros datos –que damos gratuitamente a cambio de pertenecer a cualquier red social- y las empresas publicitarias nos inundan con anuncios personalizados. Gran negocio, vive dios.

¿Y qué decir de esas grandes empresas que parecen “regalar” sus productos o servicios? Se anuncian –sobre todo en televisión- como chollos únicos e impensables en grandes letras luminosas y coloridas: conexiones a Internet por 20 € al mes a una velocidad vertiginosa, seguros y reaseguros increíblemente baratos, automóviles con unas mensualidades de risa… y picamos, claro que picamos y nunca mejor dicho, porque nuestra memoria parece ser la de un pez: una y otra vez ignoramos esas letras diminutas que salen a velocidad vertiginosa en la parte baja del televisor… claro que aunque quisiéramos leerlas sería tarea inútil. Estas letrillas enanas no están puestas para que las leamos sino para cubrirse las espaldas en cuestiones legales, así, a la hora de reclamar el dolo, siempre pueden decir tranquilamente: “ya lo advertimos en la publicidad”. Ya te digo!!!

Claro que siempre tenemos la opción de pedir información detallada de lo ofertado llamando al número de teléfono que nunca se olvidan de colocar bien visible y que, fíjate qué casualidad, siempre empiezan con los mismos números, 902, que nos indican tres cosas: que no es gratis ni barato, es decir, la llamada nos saldrá por un buen pico; que son unos sinvergüenzas porque ganan dinero incluso antes de venderte el producto; y que parecen creer que somos imbéciles.

Y la reina de todos estos tejemanejes es, sin duda, esa gran empresa de telefonía que nos ha acompañando siempre. Esa que, a pesar de tener ganancias millonarias, pone a cientos de trabajadores en la calle. Esa que nunca cumple las condiciones de sus contratos y cuando vas a reclamar te dan un número gratuito, pero no te confíes, es sólo un espejismo tanta generosidad: en menos de un minuto te desvían a un operador en Sudamérica que te dice que para solventar el problema has de llamar -¿lo has adivinado?- a un… 902.

Claro que las eléctricas no se quedan atrás. En dos años –desde el 2008-, han incrementado sus precios más de un 50%, es decir que hoy pagamos 233 € anuales más que en el 2007. Son unos sinvergüenzas por su carencia de sentido común –con el beneplácito de los políticos de turno, claro-, por su falta de solidaridad con los clientes forzosos (que estamos padeciendo una crisis creada por ellos: las grandes empresas), por su empeño en hacernos creer que el mercado de las eléctricas no es un monopolio (¿quién se va a creer que entre IBERDROLA y FENOSA no hay acuerdo para tarifar?) y, sobre todo, por el plan de modificar las condiciones del TUR (tarifa de último recurso) cuyas consecuencias serían demoledoras para miles de familias con ingresos exiguos. Pero, sin duda, lo que más enerva es que en un momento difícil en el que miles de autónomos tienen que cerrar y miles de trabajadores se enfrentan a EREs no muy claros, las eléctricas compatibilizan, sin sonrojarse, las enormes subidas con ganancias, limpias de polvo y paja, de casi 2.300 millones de Euros en 2010. Estoy pensando muy seriamente pasar del microondas y volver al quinqué de aceite, te lo juro.

Así que entre estas empresas que se comportan como buitres leonados, los políticos, la banca feroz, las meteduras de pata en Europa, y que ya sólo faltaba que nos tocaran los pepinos… ¿Alguien se pregunta todavía porque están indignados los ciudadanos???

Nos vemos… en cualquier plaza bajo una pancarta.