domingo, 7 de diciembre de 2008

BALADA DE OTOÑO


La lluvia sigue cayendo tras los cristales, igualito que en la canción de Serrat, sólo que no hay soledad. Es hermoso ver la lluvia caer al otro lado de la ventana.

Hemos asado castañas. Preparar el fuego, cortarlas, cuidar que no se quemen.... Se ha disparado mi memoria olfativa y he viajado al pasado: una tarde otoñal de domingo, camino del cine a ver Ben Hur y la obligada parada en el tenderete de la castañera, esa señora amable de manos siempre negras, como su luto, como el carbón que la calentaba y que hacía crepitar las castañas en la gran perola de metal. Risas, ilusión -teníamos la vida por delante-, inocencia... felicidad.

Creo que esa época ha sido la única plenamente feliz de mi vida: todavía era una niña.

Hemos asado castañas y le he contado cómo nos calentábamos las manos agarrando fuerte el cucurucho de papel de periódico. Ha viajado a mi infancia, hemos compartido un poco de felicidad infantil... aquella de la que no disfrutó, la que añora sin conocer. Pero no importa, yo gocé de demasiada, tanta que puedo compartirla.


Un momento de felicidad... el mayor tesoro que existe y que estaba escondido en un cucurucho de castañas. En el pasado y en el presente.


Y le he contado que echo de menos las manos de mi madre arropándome con la bufanda,la punta de la nariz roja de frío, poniéndome las manoplas que no me dejaban coger nada... ¡Qué corto fue ese tiempo de tus manos en mi cara!

Y recordé el traje de los domingos de mi padre y su mirada, la cartera nueva que le habíamos regalado mi hermano y yo el día del padre, y su pelo siempre perfectamente peinado...

Y lo recordamos juntos, lo vivimos juntos, ahora tenemos un pasado lejano compartido.


El presente es difícil y el futuro es incierto, oscuro... pero el pasado...ese es mío, nuestro ahora. Hemos compartido risas infantiles, si hubieras mirado a través del cristal habrías visto dos niños asando castañas.

No hay comentarios: