viernes, 10 de julio de 2009

SONATA PARA GUITARRA Y VIOLÍN

Violín: Aquí estamos tú y yo, nosotros, solos frente a la noche que no tiene nada, únicamente oscuridad y vacío. Es triste sentirse desesperado, sentir que no eres nadie aquí y que, al fin y al cabo, yo tampoco llenaré el inmenso vacío de la noche ni aliviaré la gran soledad de las almas.
Guitarra: Yo no tengo alma ¿Acaso no me ves? ¿o es que quieres transformar tanto la realidad que tus ojos están ciegos? No somos personas y me alegro infinitamente de ello. Mira alrededor, no quieras ver tanta desesperación: donde tú ves oscuridad yo veo estrellas, donde ves soledad yo veo intimidad y meditación. No estés tan triste violín, alegrate de ser sólo un objeto creado para expresar sentimientos. No quieras ser hombre.
V: Pero yo estoy aquí y no soy nada. Los hombres pueden hacer tantas cosas... Aman, sufren, ríen, tienen un alma, poderosa o débil, pero la tienen.
G: He aquí su gran castigo: el alma. Una cosa que tú ambicionas y que ellos se empeñan en matar y cuando lo logran se lamentan de la gran pérdida. Cada día muere un alma en todos los corazones de los hombres. Cuando las hayan arrojado de sí, se darán cuenta de que ellos mismos eran sus almas y será demasiado tarde para volver a empezar de nuevo.
V: De todas formas debe ser bonito correr el riesgo, aceptar lo inesperado y poder elegir tu destino de manera que nadie sea tu dios todopoderoso. Sé que el hombre es mi dios, mi dueño y que yo no puedo protestar ante el destino que él me imponga.
G: También el hombre tiene su dios.
V: Pero es diferente. El ama u odia a su dios según en qué situaciones. Puede ser siervo de su dios si este es poderoso con sus enemigos, pero cuando estos son más fuertes cambia y dice nunca haberlo conocido.
G:Me asusta tu desesperación y me duele tu amor hacia lo imposible. Tú nunca podrás ser hombre, nunca tendrás alma. Jamás serás el hombre-dios. Tu destino es llorar con las rapsodias y dar estallidos de notas en las sinfonías. No tengas esperanza.
V: La esperanza está en el camino, en el recodo más inesperado de la senda. Cuando la buscas parece que te ha abandonado pero, en realidad, ella está ahí, sigue junto a ti como fiel compañera de lo trágico.
G: Tú no puedes tener esperanza. Es un sentimiento y tú y yo no debemos sentirlos, simplemente podemos captarlos en nuestras cuerdas haciéndolas vibrar para que el hombre se alegre y sienta su camino más corto y feliz. Si en tu interior estás triste, alegra el del hombre que te escucha.
V: Me cuesta mucho dar alegría a alguien que envidio y...
G: ¿...y odias? ¿Odias al hombre por el hecho de serlo?
V: No, no es odio. No sé si en realidad somos amigos o adversarios, colaboradores o enemigos. Cuando un músico me coge en sus manos no sé si quiere demostrarme que sin él no soy violín o si soy yo el que intenta hacerle ver que sin mí él no es músico. Hay entre nosotros enfrentamientos donde debería haber un complemento.
G: ¿No te das cuenta de que en ese enfrentamiento está lo maravilloso? Cuando tú intentas ser la pieza clave te esfuerzas por dejar anonadado al oyente ¿no es así? Eso es el arte: "creación apasionada que triunfará sobre el olvido", enfrentamiento entre espíritu y materia.
Aunque en el fondo eres libre de luchar o dejar de hacerlo. A ti nunca podrán robarte la libertad y al hombre sí. Dentro de ti hay un reino que no podrán invadir nunca los hombres: tú sabes los códigos secretos para hacer toda clase de combinaciones con las notas de tus cuerdas y el hombre ha de ir descubriéndolas poco a poco sin llegar nunca a saberlas del todo.
V: A ti te es fácil hablar de amor al hombre. Tus cuerdas, la mayoría de las veces, sólo expresan alegría y fiesta. En cambio, cuando el arco toca las mías desgarra sentimientos muy tristes. Casi siempre la mano del hombre me hace llorar.
G: Mira, amanece. Con el día las estrellas desaparecen y no por eso dejan de ser estrellas. Observa los pájaros: despiertan y cantan dando los buenos días al hombre. Mira la flor: se inclina ante él y le sirve de mullida alfombra. Incluso las piedras le sirven de cobijo. Todas las cosas que le rodeamos le hacemos sentir dios, superior a todo lo demás. Y el hombre vive feliz en su mentira, en la mentira que hemos creado para él, creyendo que sin él nosotros dejaríamos de existir.
Compadécete de él y no le envidies. Tú sabes que no eres nada dentro del infinito, pero el hombre cree, equivocadamente, que él es el infinito.
Silencio, ya está amaneciendo. Los hombres despiertan y se mueven dentro de su egocentrismo.
Silencio. Han despertado, una mañana más, los odios, los rencores, las frustraciones y el miedo de aquellos que se creen dioses. También despertarán con timidez el amor, la esperanza y el deseo de algo mejor.
Silencio. Muy pronto el hombre acabará con el hombre... y las cosas seguirán existiendo.
Una mañana más, el viejo de las gafas redondas camina con su botella de ponche caliente hacia la tienda de música que hay en la esquina de la calle. Otra mañana veo pasar junto a mi ventana la arrugada cara de la derrota. Yo sé que ama a sus viejos instrumentos porque se siente superior entre ellos.
Sólo yo he logrado ver a través de sus ojos lacrimosos de borracho.... y me he asustado: temo que los hombres derrotados, marginados en su desesperación de gusanos, consigan el valor suficiente para acabar con los que despreciamos la impotencia de su insignificancia.

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